martes, 8 de enero de 2013

A solas con el destino


Atardecer del día 5 de junio de 1944. Horas antes del Desembarco de Normandía. Base naval de Portsmouth, Inglaterra.

-Bonito atardecer… ¿No crees?- Dijo Steve Clarke.
-Si…una lástima que no volvamos a ver ninguno más- Contestó William Mirosky con el ceño fruncido.
-Anímate hombre, mañana si sobrevivimos seremos héroes y seguro que al “Tito Adolf” da un escarmiento a todos sus hombres de la Werhmacht que defienden las costas de Caen, no nos esperarán…- Replicó Clarke con los ojos llenos de orgullo.
-Bueno nos han preparado bien ¿Recuerdas al Mayor García?- Decía Mirosky entre sonrisas
-Sí, menudo bastardo, nos trataba como a mierda…-Dijo Clarke mientras sonreía y fumaba un cigarrillo de un paquete de Lucky Strike que cambió horas atrás por chocolate enviado desde Detroit por su novia. Pero bueno, su instrucción espero que nos sirva de algo, o si no me apareceré en sus sueños y le acojonaré durante toda su maldita vida.
-¡Compañía Able! Diríjanse a sus puestos de embarque, en veinte minutos las embarcaciones de desembarco saldrán rumbo a Francia y si no están en sus puesto se les declararán desertores-Gritó el comandante Pierce con un megáfono, la hora había llegado.
               
Tras el primer aviso que efectuó Pierce, todos cogieron sus equipos, algo muy simple para un simple soldado. Imprescindible el casco y sin olvidarse de las armas con las que las tropas americanas tendrían que liberar el continente europeo de la opresión nazi. Muchos soldados no pensaban el porqué estaban allí y no en el Océano Pacífico, pensaban que ir a Europa no “su guerra”. Temían que los japoneses, al otro lado del mundo, llegarían a la costa oeste americana si no había suficientes soldados para evitarlo. Así pensaba Miroski.
                William Miroski, era natural de Chicago y su familia tenía una gran tradición militar. Sus antepasados vinieron a América en el siglo XVI, como colonos ingleses y lograron sobrevivir al paso del tiempo. William recordaba como su abuelo, que había estado en la Batalla de Verdún en la Gran Guerra como voluntario en el ejército francés, le contó las grandes hazañas de sus antepasados. Como su apellido estuvo presente en la Guerra de la Independencia de EEUU contra los ingleses o como también otro antepasado suyo defendió los intereses de Abraham Lincoln contra el sur estadounidense. William sentía orgullo de representar a su familia en tal acontecimiento pero no se sentía europeo. Al ser americano quería estar en el frente del Pacífico. No estaba muy feliz, pero gracias a su amigo Clarke, pudo sonreír más de una vez en Inglaterra esperando a entrar en batalla. Pero todo cambió en su cabeza al subirse a la embarcación.
En la lancha de desembarco ya se hizo de noche, hacía frío y mucho viento, el oleaje salpicaba la cara de todos los soldados que aguardaban entre miedo y mareos su muerte o su gloria. Solo se oían el paso de aviones y fuego de artillería. Miroski, siempre al lado de Clarke, intentaba mirar por encima de la compuerta de la embarcación por si veía algo, pero todavía no era de día. Según las informaciones recibidas por el teniente Ostwald, se dirigían a la playa en clave “Omaha” y eran la primera oleada, es decir, pensaban que si alguien debía morir iban a ser ellos…
                Cada vez se hacía más de día y empezaron a escuchar sonidos de obuses que se cruzaban por encima de sus cabezas. Todo eso quería decir que se estaban aproximando a la costa. Los mareos entre la tripulación de la lancha eran más evidentes, el suelo estaba lleno de tropezones de la gran cena que les habían proporcionado en Inglaterra y de agua de mar. Entonces llegó el momento, el conductor de la lancha lanzó un grito cavernoso que estremeció a William, diciendo que en cinco minutos llegaban a la costa. Entonces empezaron a sonar sonidos de ametralladores y vieron como una lancha que iba a la izquierda voló por los aires. Se oían rezos, suplicas, y Clarke dijo, es la hora.
                El conductor de la lancha, toco un silbato, el silbato de la muerte pensaron unos, y significaba que las compuertas de la lancha se abrían. La suerte estaba echada, al otro lado de la compuerta se oían las balas golpear. Finalmente se abrió y un fuerte estruendo se oyó a pocos metros, todos se quedaron sordos por unos segundos y cegados por una gran luz. Cuando William recuperó la vista, había perdido a Clarke, no sabía dónde podía estar, levanto la cabeza, solo veía muertos y cuerpos mutilados, al fondo dos estructuras de piedras que escupían muerte, como decía su abuelo.
Solo unos pocos de aquella lancha sobrevivirían. El infierno estaba en esa playa.